lunes, 22 de abril de 2013

Mejor morir joven

La casa de Helena está en la última linea de edificios antes del campo. El portal es una verja llena de pintadas y oxidada. El telefonillo esta desvencijado, supongo que por eso está Helena fuera. Lleva unos pantalones blancos de baloncesto que le quedan enormes, está muy delgada.
-¡Hey! Has llegado, enhorabuena. Casi nadie se atreve a subir hasta aquí.
-Bueno, el viaje es mucho más corto cuando lo haces dormido.
-¡Ja! Muy cierto, vamos dentro.
Cruzamos un patio interior lleno de hierba seca. Llegamos a otro portal que da a un pasillo llena de puertas. Helena se dirige hacia la más sucia y rota. Esta da directamente a una especie de salón/cocina, solo una barra de bar separa los dos espacios. El fregadero está lleno de platos sucios. Todas las superficies, la barra, la mesa, parte de la encimera, una mesilla en el salón  todas, están llenas de cables de portátiles  móviles y algún que otro cenicero. En el salón hay dos sofás formando una ele orientados hacia una tele antigua. Hay una escalera al fondo.
-Ponte cómodo, mis compañeros no están- me dice Helena mientras sube por las escaleras del fondo, supongo que va a su habitación.
Me descalzo y me siento en uno de los sofás, enciendo el piti de Culo Perfecto. La tinta no sabe demasiado bien, pero la nicotina le hace bien a mi organismo. Paradójicamente noto como si mis los pulmones se desatascasen con cada calada. Suelto una bola de humo a la que doy forma de aro. Me entretengo haciendo más aros.
-Hay un cenicero en la mesa, úsalo, no quiero mas chinas en el sofá- oigo decir a Helena
-Va, va...- digo. Cojo un cenicero y lo apoyo en una pierna. Cuando levanto la vista me encuentro a Helena en bragas con una camiseta gris que le queda aún más grande que los pantalones que llevaba antes.
-No te importa, ¿verdad?- dice, sonriendo como una niña traviesa- después de todo, nos conocemos ya de hace bastante tiempo.
-No pasa nada- respondo guiñándole un ojo- ¿Cómo te va?- Suspira y se tumba usando una de mis piernas como almohada. Dejo el cenicero en el reposa-brazos.
-Me va, no hay más- responde mientras saca un canuto ya liado de una pitillera.
-¿Estás bien?
-Ya no sé que significa eso.
-¿Ser feliz?
-Ya, pero ¿Qué eso? ¿Tener trabajo?¿Casa?¿Novio?¿O es tener una gran tele en el salón?¿Tener hijos que no te conocen porque te pasas el día trabajando para que ellos tenga un techo sobre sus cabezas?¿Jubilarte con una mierda de pensión después de haber estado trabajando toda tu vida para que otros se enriquezcan?- Escupe vehementemente, está tan sexy cuando se enciende.- ¿Por qué cojones iba a querer yo eso? Son todo mentiras, es el cebo que nos dan para que no nos demos cuenta de que nuestra vida es una mierda. Para que no veamos que somos ratoncitos corriendo en una rueda, pensando que eso es todo lo que podemos hacer. Yo paso. Prefiero las drogas. Porque, ¿qué más da? Mejor morir joven que vivir muriendo.
Nos quedamos en silencio un rato. Le acaricio la mejilla y el cuello, tiene la piel muy suave.
-Parece que le has dado muchas vueltas- comento.
-En algo hay que pensar- se encoge Helena.
-Desde luego, casi me la pones dura con ese discurso.
Se incorpora lo justo para mirarme a los ojos, tiene unos ojos grandes que no sabría decir si son marrones con motas verdes o verdes con motas marrones. Me besa, su lengua se abre camino entre mis labios. Dejo la mente en blanco mientras contrataco.












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